Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pié derecho, o empiecen el año cambiando de escoba

jueves, 26 de noviembre de 2009

Libros

Para poder empezar este post con algo de lógica he de decir que mi vida ha estado marcada por los libros, o por la ausencia de ellos, que también es válido, sino cómo sabes lo que vale un libro en tus manos si nunca has dejado de tenerlo?? Por aquello de la ley de contrarios, el Ying y el Yang, la luz y la oscuridad…o como quieran decirle, pero estoy segura que nunca habría valorado tanto los libros si creyera haberlos tenido siempre.

Pues no los tuve, porque mis padres no eran mucho de leer, mi mamá no leía nada, para ser claros, y mi papá solo llegaba a casa con panfletos que le daban en sus reuniones del partido comunista. De los primeros años de mi vida sólo recuerdo haber visto entre las cosas de mis padres - de mi papá, quiero decir - dos libros: un diccionario ilustrado de Cervantes y un libro de marxismo, que no creo que haya sido “El Capital”, lo recordaría entonces. Pero estos libros nos dieron bastante juego a mi hermano y a mí en su momento, aunque antes ya tuve otros contactos con la lectura.

El primer libro que recuerdo haber visto y/o leído fue “A Leer”, el ABC de la escuela de primaria en Cuba en las décadas ’70-‘80, y no era el mío, era el de mi hermano que es dos años mayor que yo y al que a partir de los 5 años obligaron a reducir su horario de juego para dedicarse a la ardua tarea de aprender a leer. Y claro, si te quitan tu compañero favorito de juegos qué puedes hacer? Pues acompañarlo!! Así que con tres años comencé a reconocer aquellos caracteres y sonidos que me fueron tan familiares enseguida. De manera que ya sabía leer cuando comencé el preescolar con 4 años - esto porque nací en enero y pude comenzar antes de cumplir los 5 gracias a la amistad de mi mamá con la directora del colegio (en Ceballos, el pueblo donde nací, todos se conocían).
Así empecé con “MI MAMÁ ME MIMA” y “PAPÁ AUPA A PEPE”, y llegué hasta el trabalenguas de la techadora: “María Chuzena su techo techaba, y un techador que por allí pasaba, pregunta: "María ¿tú techas tu choza o techas la ajena?", no techo mi choza ni techo la ajena, yo techo la choza de María Chuzena.” o aquel que tanto me hicieron repetir: “Erre con erre cigarro, erre con erre barril, rápido corren los carros por la línea del ferrocarril.” Es que aunque no lo crean, hasta después de los 6 años, yo era de las que no sabía pronunciar la RR, así que a mi hermano en vez de Roly le decía Joly, llamaba Jamón a nuestro amigo Ramón…etc. Pero eso ya lo resolví.

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